Las organizaciones deben desarrollar una lógica de liderazgo que trascienda a los hombres y mujeres y se instale en el corazón de la cultura de la empresa. La importancia de combinar la visión tecnológica, humanista, innovadora y futurista
La idea de exponencialidad, un concepto que por estos días adquiere una importancia superlativa.
Si recurrimos a la definición más tradicional, “exponencial” significa un ritmo que aumenta proporcionalmente al valor de la cantidad que refiere. En lenguaje llano, lo exponencial se refiere a un crecimiento que avanza a una velocidad cada vez más acelerada y notoria. Nos cuesta pensarlo porque fuimos educados para los crecimientos lineales, que se dan paso a paso: 1, 2, 3, 4, 5. Los cambios exponenciales son explosivos, van a una velocidad sorprendente para la que, tal vez, no estamos preparados: 1, 2, 4, 8,16.
El artículo de Aneel Chima y Ron Gutman titulado What it takes to lead through an era of exponential change profundiza en la idea de que vivimos en una nueva normalidad en la que el cambio es la única característica permanente. Esta situación no se explica solo por la irrupción de la pandemia de COVI-19, sino que viene gestándose hace años por avances como las nuevas tecnologías, la automatización, la inteligencia artificial y las distintas posibilidades de interconectividad humana. Los autores definen el momento presente como una “nueva normalidad de cambio” marcada por tres dimensiones:
-Es perpetua: ocurre todo el tiempo de manera cotidiana.
-Es omnipresente: se desarrolla en múltiples áreas de la vida a la vez.
-Es exponencial: se acelera a un ritmo cada vez más rápido.
Y es precisamente que en este momento que enfrentamos se dan dos cambios exponenciales simultáneamente. Uno está impulsado por el desarrollo de nuevas tecnologías que emergen, constantemente, en distintos lugares y nos sorprenden. No alcanzamos a habituarnos a una que ya es reemplazada por otra más sofisticada.
El otro se vincula al virus del COVID-19 y la alteración que generó en la vida de la humanidad entera. Es, por lo tanto, en estos tiempos exponenciales que se requiere de líderes exponenciales, que puedan hacerle frente a estos desafíos tan complejos como disruptivos.
¿Qué características deben tener esos líderes? Vamos a sintetizarlas basados en los aportes de la profesora Lisa Kay Solomon, de la propia Singularity University, y de Néstor Márquez, del Institute for Exponential Growth. Se establecen cuatro planos que debe incorporar un líder exponencial, que no puede perder de vista si quiere ponerse al frente de un entorno tan desafiante como el actual. Estos planos son:
-El tecnológico: el líder debe ser consciente de las potencialidades de la tecnología, ser capaz de visualizarlas y funcionar como un promotor de esa tecnología. Incorporarla como aliada para su propia actividad y organización. Sin embargo, debe generar un equilibrio entre las nuevas tecnologías y las condiciones locales; saber cómo introducirlas y explotarlas en su realidad particular. Esto implica una transversalidad de conocimientos y, sin duda, supone que sus logros estarán atados a esa capacidad que tenga de usar la tecnología a su favor.
-El humanista: si bien es el plano más tradicional vinculado al liderazgo, tenemos que entender que va de la mano con la anterior. A medida que avanza la tecnología, es mayor la necesidad de conexión humana que tenemos. Ser un líder humanista implica tomar decisiones teniendo presente el impacto que tienen en todos los públicos de interés: clientes, proveedores y, sobre todo, colaboradores de la organización. Un líder humanista debe ser empático e impulsar la pasión y el compromiso de toda la organización, afectando positivamente en la cultura de la empresa.
-El innovador: un líder de este tiempo debe entender la centralidad que tiene hoy en las organizaciones crear cosas nuevas. Por eso, es necesario que tenga una mentalidad amplia y esté impulsado por el gran motor de la curiosidad. Además, un líder debe generar los espacios adecuados para que sus colaboradores den rienda suelta a ideas diferentes, lo que se logra aportando seguridad psicológica, premiando la creatividad y sosteniendo contextos saludables donde cada persona se sienta cómoda para asumir riesgos.
-El futurista: este enfoque implica la posibilidad de anticiparse y comenzar a prepararse para que los cambios no tomen a la organización desprevenida. Es decir, tener una mentalidad bifocal: un foco en el presente y otro en lo que viene –si no hay presente no hay mañana, si solo hay presente tampoco hay mañana-. Para esto hace falta imaginar, generar una tensión creativa que permita avanzar a nuevos territorios. Lo más interesante es que el futuro no se puede adivinar, pero sí se puede crear, construir, desarrollar, promover. Se puede generar una mentalidad orientada al futuro, sin descuidar el hoy.
Un aspecto clave a considerar es que no solo las personas deben abrazar la exponencialidad, sino las propias organizaciones, desarrollando una lógica de liderazgo que trascienda a los hombres y mujeres y se instale en el corazón de la cultura de la empresa. Esto puede ser, incluso, la puerta de entrada a su propia sustentabilidad. La invitación es a pensar que, para estos momentos tan desafiantes, más que héroes individuales necesitamos un sistema de liderazgo exponencial que logre permear cada rincón de la organización e impulsarnos hacia el futuro. Ser, en conjunto, auténticos protagonistas de la historia, que es apasionante.
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