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Cómo aprovechar la tecnología para complementar nuestras habilidades profesionales




En mayo de 1997, en Nueva York, tuvo lugar uno de los acontecimientos que marcaron a fuego la competencia de la inteligencia artificial versus la humana. En lo que fue llamado “el duelo del hombre contra la máquina”, la supercomputadora Deep Blue, desarrollada por IBM, venció al campeón mundial de ajedrez Garry Kasparov.





Un disruptivo artículo en Harvard Business Review en el que plantea una tesis central: la inteligencia artificial debe aumentar la inteligencia humana, no reemplazarla.

Muchos tememos ser suplantados por un robot en cualquier momento y quedar marginados del mercado laboral. Es precisamente en esa dirección en la que Kasparov y De Cremer proponen una respuesta superadora.

En una economía en la que los datos están cambiando la forma en que las empresas crean valor (y compiten), los expertos predicen que el uso de inteligencia artificial a mayor escala agregará 15,7 billones de dólares para la economía mundial en 2030.


Es incorrecto suponer que las máquinas y los seres humanos tenemos las mismas capacidades. Las máquinas basadas en inteligencia artificial son más rápidas, más precisas y consistentemente racionales; pero no son intuitivas, emocionales ni culturalmente sensibles.


Por qué decimos que las computadoras son inteligentes? Porque pueden aprender a decidir tomando como insumo información provista por los humanos, pero es diferente a nuestra inteligencia. La inteligencia artificial imita cómo los humanos actuamos, sentimos y decidimos. Solo nos imita, ¡y no se cansa de eso! Por lo tanto, para todo lo repetitivo y sujeto a procesos rígidos es ideal. Pero los humanos podemos imaginar, anticipar, emocionarnos y tenemos juicio propio. En eso somos absolutamente distintivos.


Es clave comprender que no son inteligencias opuestas, sino complementarias. Como buen deportista, Kasparov nos recuerda que el talento individual puede ganar partidos, pero los campeonatos los ganan los equipos. Y hay que encontrar la complementación ideal. La inteligencia aumentada, en consecuencia, es lo mejor de ambas, combina la auténtica y la artificial para poder generar mayor eficiencia y precisión, pero, simultáneamente, más creatividad, empatía y proactividad.




El gran potencial del futuro del trabajo está en expandir las capacidades colaborativas. Como se cita en un estudio de Beth Israel Deaconess Medical Center, los médicos que examinan imágenes de los ganglios linfáticos para diagnosticar el cáncer de mama se equivocan aproximadamente una de cada 25 veces, pero la inteligencia artificial puede contribuir a reducir esa tasa de error a uno en 200. Según se destaca en la investigación, la inteligencia artificial sola tiene una tasa de precisión del 92%, mientras que la tasa de los médicos sin asistencia tecnológica es del 96%. Pero los dos métodos utilizados juntos aumentan la precisión del diagnóstico de cáncer de mama al 99,5%.


Evidentemente, la inteligencia aumentada es la posibilidad de armar los mejores equipos, en los que las capacidades de la inteligencia auténtica (humana) y la artificial se complementen y potencien, donde cada una brinde lo mejor de sí para lograr resultados de alto impacto.




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